jueves, 23 de abril de 2009

Vías, progreso y comunicación


En el Reino Unido, las estaciones de trenes guardan semejanzas: techos altos de madera, guardas de metal prolijas y decoradas, y fachadas remozadas. Por ahora, la historia se empecina en no digitalizarse y los nombres propios de las estaciones se leen en carteles antiguos y descascarados, todavía vigentes desde la vez que se tendieron por allí las primeras vías del ferrocarril. Les otorgan un toque agradable, de perdurabilidad, de una escenografía para toda la vida. En el trayecto de Cardiff a Londres hay ocho paradas. Apenas cinco minutos en cada una de ellas bastan para darse cuenta de lo que hay alrededor de un tren: progreso y comunicación. Tal vez como en la Argentina de las épocas coloniales, con el famoso eje comercial Potosí-Buenos Aires; o en un tiempo aún más cercano, hace cincuenta años, cuando la gente se asentaba y vivía en los alrededores de los ingenios y las vías, a un paso de su lugar de trabajo.
Seguir las huellas de los Pumas en su gira previa al Mundial me permitió echar un vistazo a pueblitos jamás imaginados: Bristol, Reading, Plymouth Una experiencia guiada por la curiosidad y el interés. Algo así como disfrutar de Europa desde la ventanilla del tren.
Al salir del Reino Unido y poner el pie en la Comunidad Europea, uno percibe que hubo un aggiornamento generalizado. El antiguo TGV que cruza todo el continente cambió su nombre a Eurostar durante los primeros pasos de la conformación de la Unión. Al tren ya no se lo espera, como en Cardiff, a la vera de las vías, sino en un free shop , como cuando se espera para embarcarse en un avión. Aquí hay wi-fi en vez de cabinas telefónicas, y se dice "tarjeta de embarque" y "check-in", en lugar de "boleto" y "andén". Demasiados cambios, tal vez, pero el mismo sentido: comunicar gente y lugares.
Después de atravesar Francia, se llega a Bruselas, el corazón y sede de las más importantes instituciones de la Unión Europea. Aquí, las estaciones, además de ser más modernas, son mucho más grandes. La globalización hizo que se parecieran demasiado a un aeropuerto.
En América del Sur, mientras tanto, sería imposible pensar un viaje internacional en tren. ¿O acaso se imagina viajar de Buenos Aires a Río de Janeiro? Muy difícil, si ya en Buenos Aires es inconcebible que no existan alternativas para el automóvil y el colectivo para llegar a alguno de los dos principales aeropuertos; o si aún no hubo muestras de un avance en el proyecto de unir Rosario con Retiro en apenas una hora mediante un promocionado tren bala.
Las vías se abren paso en casi todo el mundo. Son un reflejo de tecnología, transporte veloz y comunicación sin fronteras. Es progreso.

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