viernes, 17 de abril de 2009

Salsa, ron y Che, en pleno Bruselas


La música sale de un rincón y retumba en los adoquines de una calle angosta y oscura. Es una mezcla de rumba y salsa. El aroma a ron actúa como imán y atrae hasta al más abstemio y desprevenido. El bar es pequeño, pero agradable. El español es el idioma dominante. La mayoría son latinos.
"Bienvenidos al Café Che Habana", nos recibe Wanda, con un tono seductor. Por si hace falta aclararlo: el bar es cubano. Abundan fotos y leyendas del Che Guevara. No hay nada de Fidel Castro. Está ausente. "No hay fotos de Fidel porque no somos comunistas", dice Wanda. Sin embargo, a sus espaldas una pared estalla: "Viva la revolución; hasta la victoria siempre".
La otra cara de Cuba está en Bruselas, como puede también estar en Miami o en Buenos Aires. Wanda es belga y se casó con un cubano llamado Melgar. La familia de Melgar aprovechó la situación y saltó las barreras de la prohibición para desembarcar en esta ciudad. Todos viven de las ganancias del bar. Salvo una sobrina que prefiere el anonimato porque trabaja, como muchos otros latinos de por acá, en Amberes, el paraíso mundial de los diamantes, una ciudad donde se radicaron las mejores joyerías y un peligroso mercado negro.
El último familiar de Melgar en huir fue Hiram, otro de sus sobrinos. Hiram tiene 27 años y dejó en La Habana a su esposa y un hijo. Los extraña. Se emociona cada vez que abre la billetera y ve sus fotos. No habla con ellos desde hace dos años, cuando se fue. No puede comunicarse por teléfono ni por Internet. "No, allá en Cuba ella no puede mandarme mails ni hablarme por teléfono. Es imposible."
Hiram no quiere continuar con su relato cuando se entera de que somos periodistas. "Pues si son argentinos, hablemos de fútbol", invita. A él le gusta más Maradona que Pelé, pero nada lo puede tanto como Ronaldinho. "Tiene talento y buen humor", elogia al brasileño.
Es el turno de Hiram de atender la barra. Nos levantamos de la mesa y conversamos con el mostrador de por medio. Hiram encuentra su clímax de inspiración cuando prepara los tragos. Agita las botellas y se mueve al compás de la rumba. Se distiende y la angustia por su familia queda atrás. Una mujercita griega le pregunta acerca del Che Guevara. Ella se sorprende cuando le responde que era argentino y médico. A pesar de tener estampada la cara "crística" y marketinera del Che en su remera, pensaba que era cubano y guerrillero de profesión. Después de corregirla, Hiram le cuenta su historia: "Volveré a Cuba a buscar a mi familia cuando junte dinero y tenga la seguridad de que si vuelvo voy a poder volver a salir". Como Hiram, muchos.

1 comentario:

  1. Que será lo que nos lleva siempre al recuerdo de nuestro hogar? Desde bruselas hasta cuba... desde Buenos Aires a tucumán.

    Te felicito por el blog, siempre objetivo.

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