viernes, 13 de marzo de 2009

Del Tango 01 a clase turista

Agosto, 2008
La puerta de embarque número nueve del aeropuerto de Ezeiza es una variedad de razas: africanos, orientales, árabes y, por supuesto, una buena mayoría de argentinos. Tal vez parecemos más por la delegación de los Pumas, todos arropados en elegantes sacos azules. Pero nada es extraño hasta el momento.
El primer llamado de embarque es para los pasajeros a los que les corresponden los asientos del fondo. Pasa una pareja de jóvenes, un grupo de japoneses y alguno más. Los viajeros abordan así sucesivamente, según sus ubicaciones. Nada extraño.
Ya sobre el filo de la hora de despegue, una pareja adulta con dos niños apresura su andar por el pasillo y ocupa una fila casi en el medio del avión. Nadie los divisa; es un ingreso furtivo, veloz, presionado por el reloj eterno de los aeropuertos argentinos. Nada extraño.
Alcanzada la velocidad crucero, los inquietos comienzan a deambular por los pasillos. Refugiado en un curioso anonimato, Eduardo Duhalde contempla aburrido con la mirada perdida en la ventana. Detrás de él, su esposa, Chiche, duerme recostada en tres asientos que, por suerte para la comodidad de la senadora nacional, no han sido ocupados.
De hacer un viaje como cualquier otro pasamos a encontrarnos en vuelo con un ex presidente. Como no logra conciliar el sueño, es atraído por cualquier charla. Hablamos de política, primero. Dice mucho sin decir nada. No quiere abrir la boca más de la cuenta, y menos en tiempo de vacaciones. Chiche sigue durmiendo. Hablamos de Banfield, entonces. Se queja de que el club compró de todo menos delanteros. Hablamos de rugby, antes de darme por vencido. Dice que es un deporte peligroso; sin embargo, sus nietos, "los mellizos", juegan en Pucará. Los chicos duermen recostados en una hilera vacía, como la abuela.
En pleno cruce del océano Atlántico, la madrugada sudafricana ya es avanzada. Es hora de dormir. Pero Duhalde da vueltas. Se pasa de un asiento a otro, buscando la ubicación ideal en las ya casi diminutas poltronas de la clase turista. Antes hizo un intento de ir a la primera clase, pero fracasó su pedido, según un argentino que viajó casi al lado de él.
Se aproxima el destino. Se despide con una sonrisa y un apretón de manos. Baja del avión de jean, remera negra de mangas cortas y unos zapatos Timberland. Los mellizos caminan al lado, pero son custodiados por la atenta mirada de Chiche. Del Tango 01 a la clase turista, los Duhalde se fueron una semana de safari por Sudáfrica.