viernes, 24 de julio de 2009

La historia, en ruinas


Es un sitio verde y gris, rocoso. De cristal, acunado en nubes. Son ruinas misteriosas, con unos pocos secretos alcanzados a develar únicamente por huellas del pasado, o, tal vez, por la geometría y los trazados de alguna piedra maravillosa. El ronroneo del río Urubamba, abajo, en el abismo de las laderas, es cómplice de un capricho de la arqueología. Es testigo de una ciudad levantada por la sabiduría y el instinto de los incas, quienes huían desesperados de los vientos de conquista españoles.

domingo, 12 de julio de 2009

CASINO

Una billetera sonriente, desbordada de dólares observaba a John con atención desde aquella noche lluviosa en la que regresara triunfal del casino de los suburbios de Varadero. Solía viajar allí seguido, atraído por los secretos del azar. Sus victorias se repetían como un estigma de hombre millonario más que por inesperados golpes de suerte.
En su última noche de euforia había conocido a Ana, una crupier salvajemente astuta para interceder en las cuestiones del azar. Ella fue cómplice de una jugada millonaria, tal vez intuyendo que se anticipaba el final. Ana conocía de buena mano sobre el inevitable desembarco revolucionario y, en consecuencia, del posible ocaso de una isla sumida en las libertades de la corrupción, el juego y la prostitución. Ana sabía, en definitiva, que el gobierno de Batista tenía los días contados.
Unos días más tarde, una acumulación de dolor empujó John al sótano de la soledad. Cayó a los tumbos, hasta que una mañana gris se miró al espejo, aturdido por un pesar insoportable. Sucumbió ante el lúcido reflejo que le ofreció su desdibujada silueta, en un salón casi en penumbras. ¡Crash! Vio que su puño sangraba y explotó el espejo con un segundo impacto, contundente, hacia el centro de la angustia. La imagen de su figura, algo distorsionada por los vidrios rotos, despuntaba el retrato de un alma hecha pedazos.
La lentitud del tiempo, que a veces camina a contra reloj, lo desesperaba, aunque continuaba inmóvil, sin reacción, como estaqueado al sufrimiento. John mitigaba su duelo con la imprecisa reflexión de que huiría a sitios donde el juego fuera legal. Insistía con ese pensamiento una y otra vez, recostado en su fortuna.
Ana había sido quien le abrió a John las puertas al cautivante mundo del azar, hacía casi una década. Fueron años de recorrer en su Mercedes Benz los 93 kilómetros que separaban La Habana de Varadero. Jamás John imaginó que el hábito a las apuestas podía constituirse en un castigo tan filoso como una sevillana. Sumergido en la angustia, ahogado en la impotencia, decidió aislarse en su más profunda soledad. Se escondió hasta de Ana, que lo buscaba desesperada por las calles de La Habana. John la evitó varias veces, quizás con ánimos de desafiar esa nostalgia por antiguos e inesperados golpes de la suerte.

miércoles, 1 de julio de 2009

El ocaso de una política oxidada


Con la vista nublada por el temor al avance inminente de la gripe A, o aún con los resultados electorales bajo exhaustivo análisis, no habría que pasar por inadvertido la derrota de Fuerza Republicana en los comicios de Tucumán.
El partido político de Antonio Bussi, que llevó como primer candidato a su hijo Ricardo, ocupó el cuarto lugar con apenas el 7 por ciento de los votos. Las estadísticas son irrefutables: es el ocaso de una política oxidada. Cada vez hay menos tucumanos que se reflejan en el cruel espejo de Fuerza Republicana, como alguna vez se escribió en el diario Clarín. El juzgamiento de Antonio Bussi fue un gran paso hacia la civilización. Se recordarán aquellas lágrimas del ex gobernador vestidas de impunidad, previas a la caída sigilosa del martillo y a esa brisa fresca de justicia que recién ahora sopla con mayor intensidad. En Tucumán, la gente desea mirar para adelante. Nunca más Bussi. Ni zurdos, ni derechos, tampoco progres: humanos.