martes, 12 de octubre de 2010

Lula

Tal vez sólo en un país como Sudáfrica, alguien puede perderse por los pasillos de un centro de convenciones, abrir una puerta y encontrarse en un enorme salón repleto de empresarios poderosos que escuchan cautivados a dos jefes de Estado que aparentan buena química con el afán de atraer negocios y despertar inversiones.

Por entonces, el Mundial de Fútbol llegaba a su fin y Lula estaba de visita en Johannesburgo para el lanzamiento de Brasil 2014. A su lado, los escuchaba Jacob Zuma, el presidente anfitrión, quizás más conocido por ser el zulú polígamo más famoso, con cinco esposas y no se sabe cuántos hijos.

Después de bajar en tinta acuerdos turísticos y de comercio bilateral, Lula y Zuma se apretaron las manos, sonrieron para la fotografía y saludaron amablemente a los empresarios locales, en su mayoría atraídos por el discurso contundente y persuasivo del brasileño.

La anécdota no viene a cuento de una crónica lisa y llana sobre lo fácil que puede ser sortear la seguridad presidencial en Sudáfrica. Tampoco trata acerca de Zuma y su debilidad por las mujeres. Es más bien una historia simpática que me recuerda a Lula. Más bien la única, la más cercana. Compartir este suceso no es más que echar mano a una excusa para saludar amistosamente la salida de un presidente exitoso, que impulsó a Brasil hacia un crecimiento sostenido, y que se despedirá de su cargo con algo más de un 80 por ciento de imagen positiva, el sueño imposible de cualquier político argentino.