jueves, 17 de septiembre de 2009

Un infierno devorador


La desesperación deja su huella, eterna e imborrable. El crujido sordo de las uñas traza sobre el muro tiznado un recorrido de angustia en medio de un infierno devorador.
Llamas escarchadas de terror se avivan en este sitio en penumbras, gris y misterioso. Una montaña de zapatillas sin pies deja en evidencia deseos imposibles y esperanzas absurdas.
Un rayo de luz ingresa con sigilo por una hendija y permite observar como la vida se achica en un tenebroso declive. Caen 194 personas. Mueren. Jamás se olvidará.
Foto: Fernando Massobrio

San Miguel de Tucumán, agosto de 1976

Por María Teresa Sarrulle

Los vasos de whisky han quedado sobre la mesa ratona del living. Hay olor a tabaco fuerte. Noche de invierno.
Al día siguiente, la mucama abre las ventanas y el aire frío penetra furtivo llevándose las conversaciones cómplices y las risas secretas; los vasos testigos esperan su turno. Las manos de la mucama, siegan toda huella de intriga o maniobra. Cómplices, los vasos vuelven derechito a sus lugares en la vitrina en un reservado silencio.