En el país proselitista el pavimento siempre está fresco. Las vigas sostienen esperanzas y promesas, y los ladrillos apilan falsas ilusiones. En la mirada se amontonan los recuerdos de situaciones similares: obras que se anuncian pomposas y que su puesta en marcha es apenas una luz de espejismo tras un corte de cinta.
Letreros, proyectos y palabras sordas y vacías; hospitales, hogares y barrios, todos conviven bajo un mismo techo: el de la política. En la Argentina proselitista el aire huele a clientelismo. Hay un vaho penetrante y peligroso que advierte el estado de descomposición.
Foto: Un camión del municipio tucumano de Juan Bautista Alberdi carga bolsones de mercadería en vísperas electorales.
“No al dedo y al regalo, sí a la lucha y al sacrificio”
Oscar Emilio Sarrulle, en 1972.
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